martes, 3 de noviembre de 2009

Lo que el Tiempo se Llevo

La corrupción que el ser humano sufre a manos del tiempo es, al menos por ahora, inevitable. Los años pasan y aunque Gardel y Le Pera digan que “Veinte años no es nada” sabemos que lo utilizaron únicamente como una figura. Veinte años es mucho, vaya que si, aunque pasen rápido dejan huellas, y se evidencian con mayor crueldad en una frente otoñal, dejando al descubierto la decadente postura que asumen aquellos que supieron ser años atrás, hábiles transmisores de sensaciones, nos ayudaron a ver “las cosas desde otro punto de vista” o simplemente nos hacían reflexionar.



Los años los han despojado del discernimiento, la lealtad y la claridad de pensamiento, y en algunos casos hasta de la vergüenza. Hoy los vemos deambular sin rumbo, homenajear a los amigos que se van yendo con esa santidad que da la muerte, aunque el personaje en cuestión no resista el menor análisis o simplemente babearse por sus nietos. Es lamentable que esa misma sensibilidad de abuelo contenedor no la exhiban cuando de necesidades ajenas se trata, intentando al menos denunciarlas desde ese mismo pulpito que se inventaron para rendirse culto a si mismos, a sus años de profesión, a unas cuantas grabaciones viejas, a sus jefes políticos o al reconocimiento que nunca fue el merecido.



Y en ese viaje pierden eso que los hacía especiales, diferentes, referentes en lo suyo, para pasar a ser otro idiota útil más, el servicio de eso que siempre criticaron en kilómetros de letras prolijamente ordenadas. El tiempo es irreductible, implacable, y les hace a estos pequeños hombres grandes borrar con el codo lo que escribieron con lucidez y dignidad, cuando veían en los ojos del desamparado lo que hoy solo encuentran en la mirada de los suyos. Quizás, estén muriendo antes de tiempo.

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