martes, 3 de noviembre de 2009

La Hoguera de las Vanidades...Que Cambalache...

Los últimos acontecimientos ocurridos en la ciudad de Clorinda desnudaron algunas cuestiones que (como tantas otras cosas) llegan a pasar desapercibidas a fuerza de “repetición”, seguramente por ese mecanismo implícito en el ser humano de acostumbrarse hasta a las peores cosas en tiempos de crisis. Ciertamente estamos atravesando una de las peores crisis, y no me refiero al conflicto agrario, si no a la crisis de valores, de identidad, en fin, se han perdido los límites. Ya lo decía Enrique Santos Discépolo por el año 1935 en su Tango “Cambalache”. Pero, bien el autor lo podría haber escrito ayer, o mañana… y tendría la misma actualidad



“Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé... ¡En el quinientos seis y en el dos mil también!” y en el 2008 con mas razón, si seguimos utilizando la misma calculadora que Discépolo. Que siempre ha habido chorros, maquiavelos y estafados, contentos y amargados, varones y dublé (raritos)… Pero que el siglo veinte es un despliegue de maldad insolente ya no hay quién lo niegue. Vivimos revolcaos en un merengue y en el mismo lodo todos manoseados...Y en ese merengue todo es valido ¡Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor!... ¡Ignorante, sabio, chorro, generoso o estafador!... ¡Todo es igual! ¡Nada es mejor! ¡Lo mismo un burro que un gran profesor! No hay aplazados ni escalafón, los inmorales nos han igualado. Si uno vive en la impostura y otro roba en su ambición, da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón... ¡Qué falta de respeto, qué atropello a la razón! ¡Cualquiera es un señor! ¡Cualquiera es un ladrón! Mezclado con Stavisky va Don Bosco y "La Mignon", Don Chicho y Napoleón, Carnera y San Martín... Igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches se ha mezclado la vida y herida por un sable sin remache ves llorar la Biblia contra un calefón. ¡Siglo veinte cambalache problemático y febril!... El que no llora no mama y el que no afana es un gil. ¡Dale nomás! ¡Dale que va! ¡Que allá en el horno nos vamos a encontrar! No pienses más, sentate a un lado. Que a nadie importa si naciste honrado. Es lo mismo el que labura noche y día, como un buey, que el que vive de las minas, que el que mata, que el que cura, o está fuera de la ley.



Antes de seguir, permiso… ¡Perdón Maestro por manosear tu obra! Pero se ve que yo también estoy en la vidriera de este Cambalache.



El motín en la comisaría C.O.S.I.V. puso blanco sobre negro las mezquinas actitudes de los que utilizan la noticia para subirse en ella y tener sus “cinco minutos de fama” aunque esta sea sobre la sangre y el fuego que amenazo las vidas de 31 seres humanos. Al parecer, el fuego que ardía dentro de la alcaldía encendió la “Hoguera de las Vanidades” y ese fuego se cobro más victimas que el original. Los indisimulables celos de los colegas que observaron como “solo uno” de ellos accedía al interior de la mini alcaldía (convirtiéndose en el centro de atención) estallo en los corazones de quienes veían en eso una injusticia inaceptable, una traición, una reja a la supuesta libertad de prensa que los debía impulsar dentro de los calabozos a todos los insignes representantes de los medios clorindenses



¿Pero solo a uno? No, eso es inaceptable, como voy a aceptar que robes descaradamente “mis cinco minutos de fama” ¿Como alguien con tal desparpajo nos deja afuera del centro de atención? ¿Quién se cree que es? Gritaban las feroces bestias. Tal vez, en medio de este Cambalache que vivimos vos y yo, estas bestias se darán cuenta algún día que la estrella es la noticia, que nuestro trabajo es mostrarla, pasando nosotros desapercibidos, breves, con las preguntas justas, tratando con respeto al entrevistado, pintándole un panorama lo mas universal posible al receptor de la información, y no haciendo de cada nota, un show unipersonal…



Siglo veinte Cambalache problemático y febril, cualquiera es un señor, es lo mismo un burro que un gran profesor, a nadie le importa si naciste honrado, dale nomás, dale que va, que allá en el horno nos vamos a encontrar…

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