lunes, 11 de enero de 2010

Just Around The Corner

Ahí te encontré, justo al doblar la esquina. Lo que hacía de ese encuentro casual, después de tantos años, algo inevitable. De todos modos no te enfrente, me hice el gil, fingí que atendía una importante llamada al celular y mire para otro lado. Era preferible centrar mi mirada en la pantalla vacía del teléfono, desde hace tiempo huérfano de llamadas y mensajes de texto, que arriesgarme a mirarte directo a los ojos y buscar, tal vez inconscientemente, vestigios de un pasado mejor. O lo que hubiera sido peor, desafiar tu mirada y no encontrar ni rastros del amor que hubo un día, ni una gota de cariño, ni siquiera de enojo y tener que darme cuenta que nada quedo.

Por lo poco que te conocí en nuestros diez años de convivencia, intuyo que tal vez utilizaste la misma táctica que yo. Que preferiste sostener esa mirada perdida, acompañada de tu mejor cara de orto, rasgos tan característicos en vos, antes que arriesgarte a sostener el mas mínimo dialogo conmigo. No te culpo, nuestra última etapa fue una larga agonía, tan inevitable como predecible. Para vos ya no quedaba ni el consuelo de satisfacer nuestros instintos más básicos, te cansaste de repetir esos vanos intentos rutinarios por sostener tibio el calor de antaño y solo restaba decir adiós. Por mi cobardía o porque siempre fuiste la mas fuerte de los dos, te deje esa responsabilidad a vos. Y la cumpliste a rajatabla, sin un adiós, sin lágrimas, sin reproches. Tan solo saliste en tu horario habitual, con tu inconfundible look desprolijamente cuidado como todos los días. Solo cambio un detalle, no volviste nunca más.

De este indeseado encuentro me quedó impregnado en los recuerdos tu perfume, ese que te ponías por las noches luego de bañarte. Es extraño, solía pensar que ni siquiera en la piel de una Diosa griega ese perfume tuyo podría oler mejor. Que mas da, todo se termina alguna vez, eso lo sabe cualquiera que haya vivido y yo debo seguir inexorablemente inventándome un camino. Trato de despejarme, sacudo fuerte la cabeza y miro al cielo como buscando oxigeno y acelero el paso. La vibración del celular, que ahora si suena, me sobresalta y miro esperanzado el display. Pero no sos vos, solo una inoportuna oferta de saldo doble y mensajes de texto gratuitos por una recarga. Maldigo a Personal, al calor, a Dios. Trago saliva, paro un taxi y me voy, alguien me espera…

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